
Ares, el fuerte en extremo, el auriga con yelmo de oro,
El del corazón aguerrido, el portador de escudo, el salvador de ciudades,
El de armadura de bronce.
De brazo firme, incansable, vigoroso con la lanza,
! Oh defensor del Olimpo! , padre de la belicosa Victoria,
Aliado de Temis, severo gobernador de los rebeldes,
arbitro de los hombres honrados, sumo rey de la virilidad,
tu qué haces girar tu ardiente esfera entre los planetas
en sus siete trayectorias a través del éter
donde tus centelleantes corceles por siempre te sostienen
sobre el tercer firmamento del cielo;
! Escúchame, ayudador de hombres, dador de intrépida juventud!
Derrama desde lo alto de un rayo favorable sobre la vida,
y dame fortaleza para la guerra, que así sea capaz de apartar
lejos de mi cabeza la amarga cobardía
y aplastar los engañosos impulsos de mi alma.
Refrena también la ira ciega de mi corazón
que me incita a seguir sendas de lucha cuajadas de sangre.
En cambio, ! oh bendito!, dame audacia para atacar
las inofensivas leyes de la paz, eludiendo el conflicto
y el odio y a los violentos demonios de la muerte.