domingo, 7 de diciembre de 2014

LEON Y LOS TERCIOS




La compañía de Diego de Quiñones;
fue una de las reclutadas para Nápoles. Tras unos meses de bulliciosa ociosidad, su presencia fue requerida en Gaeta. Esta ciudad, confiada en la fortaleza de sus murallas, había abandonado la fidelidad a España para aliarse con la liga franco-italiana que pretendía expulsar de Nápoles los intereses de España.

Después de un largo asedio, los hombres de capitán Quiñones alcanzan las almenas y el camino de la ronda, abriéndose camino a tajos, dejando tras de sí los cuerpos de no pocos enemigos, consiguiendo ver cornado su esfuerzo con la rendición de la plaza.

Conseguida Gaeta, recibió la compañía el encargo de defender la plaza. El premio sería saquear durante un día la ciudad y recibir una gratificación que habría de engordar sus flacas bolsas. Más la recompensa no llegó, ni siquiera la paga esperada y bien merecida. El hambre se apoderó de ellos que tuvieron que mendigar el pan a los italianos. Desnudos y hambrientos siguieron conservando la plaza, en la desesperanza de verse abandonados por el rey.

La situación llegó a ser tan insostenible que el mismo capitán Quiñones relata en su testamento: “…y de mis propios y aun escasos recursos hube de pagar a mis soldados para que estos pudieran comprar pan y algún otro alimento, y calzado para sus pies pues casi todos habían perdido las botas y la mayoría de los aparejos…”.

Diego de Quiñones Lorenzana, ese capitán leones cuya presencia en Milán, América, la Armada Invencible y Flandes recogen las fuentes de la época, termino sus días en Nápoles.

Desposó a una noble napolitana y tuvo varios hijos de lengua italiana y corazón leonés, entre ellos Bernardino de Quiñones, su primogénito, a quien el capitán impuso antes de morir, el deber de conocer león.

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